Ha pasado ya más de medio año desde el día en que desperté en aquel hospital, me he ido forjando una identidad de acuerdo a lo que siento en cada día de mi vida, adopte el nombre de la protagonista en el primer libro que leí, ahora me llamó Avellaneda, vivo en un departamento discreto pintado de tonos naranjas, amueblado con lo poco que he podido comprar en el mercado de pulgas, solo me falta decidir que mascota adoptar… no estoy segura de que animal me gusta más, me paseo por los mercados de animales y no, no me identifico con ninguno, pero se que eso me hace falta.
El clima está terrible, llueve todo el tiempo y no hay posibilidades de que pueda llegar seca a casa, hoy me pareció ver al muchacho aquel, pero no estoy segura, ¿qué habría de hacer él, saliendo de mi edificio?, me gustaría soñar que me ha encontrado de nuevo, que viene para ser mi primer amistad en este mundo que a veces me parece tan ajeno, me gustaría poder sentarme a platicar con él y confiarle que en este nuevo renacimiento él juega una parte importante de mi vida, que me siento muy complacida de recordar su voz y su pregunta sobre mi, que ahora podría decirle que mi pasatiempo favorito es ver a la gente en la calle, y que al llegar a casa me gusta sentarme a leer uno se los libros viejos que he comprado y que los he comprado de uso por que siento que es la única forma en que hagan juego con mi departamento en el que todas las cosas tienen su propia historia, historia de la que yo crezco.
La lluvia golpeando en las ventanas me despierta, escucho como corre y me imagino como va mojando las calles y regando los prados del parque de enfrente, ese golpeteo constante en mi cabeza, justo en medio de mi despertar, esa paz, ese sonido que me trae de vuelta como aquella mañana en el hospital, pero al despertar completamente me doy cuenta que no es la lluvia en mi ventana, alguien toca a mi puerta, este sonido me es tan ajeno que nunca lo hubiera creído, me levanto consternada y me acerco a verificar que sea lo que yo pensé y no solo parte de otro despertar en el que los sueños se mezclan con la realidad, ya no escucho el sonar y aun así salgo a verificar que es lo que pasa, al pie de mi puerta me encuentro con una caja grande que emite un sonido dulce, la abro y en el interior encuentro un pequeño gatito, ¿pero quién me ha podido dejar este obsequio? Corro a la ventana para ver si aun puedo ver al responsable partir.
Ahora estoy completa, tengo una mascota, un departamento y he reconstruido mi vida, ya no hago preguntas sobre mi pasado, ni siquiera sobre aquel en el que alguien ha dejado un obsequio a la puerta de mi casa, disfruto todo lo que hago, vivo día a día y no me preocupo por nada más, al llegar a casa encuentro siempre a mi pequeño karenin (en honor a otro de mis libros) quien me recibe con mucho amor y hasta estoy segura de haber visto al chico rondar por mi casa, he determinado que la próxima vez lo alcanzare y le contaré mi historia.
Esta tarde después de salir del trabajo camino a casa, me percate que hace tiempo que no me detengo en la banquita de la avenida, ya no puedo hacerlo karenin me espera… pero a lo lejos puedo ver a alguien sentado, esperando, ¿acaso espera también su memoria pasar? Y estando lo suficientemente cerca puedo distinguir que es el chico, aquel que me ha despertado del sueño, aquel que me saco de la neblina, no puedo hacer mucho y me siento a su lado, el no me voltea a ver, yo no digo nada, solo nos quedamos esperando y después de un rato exclamo –karenin- y me levanto a prisa, él me mira y me dice, le has escogido un lindo nombre y sonríe, lo miro y extiendo mi mamo, caminamos juntos y sin prisa, como aquella viejecita que laguna vez vi pasar, llegamos a mi hogar y karenin está furioso por la espera, él pasa y se sienta en mi viejo sofá, sin decir nada analiza todo lo que hay, la forma en la que está acomodado y como karenin ya más tranquilo pasea entre sus piernas, no quiero preguntar por su pasado, que aunque ahora yo tengo uno muy breve no pude competir con el de él, sin embargo después de un rato de estar sin hablar, él toma su abrigo y me dice que es tiempo de irse, yo le pido que se quede, no quiero que se desvanezca, me regresa una mirada de comprensión y se vuelve a sentar en el sofá, comienza entonces a hablarme, a contarme de su infancia, de su vida en todos los lugares que ha visitado y de esa sensación de extrañeza en cada uno de ellos, yo me voy identificando poco a poco, como si pudiese verme en todos los recuerdos que enmarca, me siento feliz, le pregunto si él quisiera saber un poco de mi, y me responde que él sabe todo de mi vida, esta respuesta me deja helada, no por que me aterre que él realmente lo sepa, sino por que yo también se todo sobre él.
Así mi vida se ha convertido en una hermosa rutina, despierto temprano y a mi lado esta (como cariñosamente le digo) chico, él siempre se queda dormido un rato más, mientras yo me levanto, pongo el café, le doy de comer a karenin y me meto a bañar, se que justo en el momento en que yo comience a enjuagar mi cabello él entrará en la ducha y me besará, le gusta enjabonar mi espalda, me gusta como lo hace, es ese gesto de apoyo, esa ternura muda, después ambos saldremos al trabajo y por la tarde me esperará en nuestra banca.
Esta es la vida que he adoptado, esta soy yo Avellaneda, dueña de un gato, compañera de un chico, recolectora de cosas con su propia historia, Avellaneda, la del café de la esquina, la mujer feliz y satisfecha…
Desperté en una cama extraña, vieja … con un aroma que no reconozco, la luz lastima mis ojos ¿En donde estoy? … al girar en la cama descubro los rastros de que alguien ha dormido junto a mí, ¿es acaso Emmanuel? ¿Aquel novio con el que siempre he terminado y regresado?, no identifico este lugar, no puede ser Emmanuel, me levanto y al mirarme en el espejo no reconozco a aquel fantasma delante mío… ¿qué ha pasado? ¿En donde estoy? …